La segunda tópica del psicoanálisis, también conocida como teoría estructural, fue desarrollada por Sigmund Freud en la década de 1920. En esta nueva teoría, Freud abandonó la idea de la mente como un simple sistema consciente e inconsciente, y la reemplazó por una estructura psíquica más compleja.
La segunda tópica del psicoanálisis describe la mente como compuesta por tres estructuras diferentes: el Ello, el Yo y el Superyó. Estas tres estructuras están interconectadas y funcionan juntas para crear la personalidad del individuo.
El Ello, la primera estructura, se refiere a los impulsos instintivos y las necesidades básicas del ser humano. Es la parte primitiva de la mente y opera según el principio del placer, buscando satisfacer inmediatamente las necesidades sin preocuparse por las consecuencias a largo plazo.
El Yo, la segunda estructura, se desarrolla a partir del Ello y se refiere a la parte consciente de la mente. Es responsable de la toma de decisiones y del control de los impulsos del Ello, operando según el principio de la realidad. El Yo debe equilibrar las demandas del Ello con las demandas del mundo exterior y tomar decisiones que sean socialmente aceptables.
El Superyó, la tercera estructura, se refiere a la moralidad y las normas sociales. Se desarrolla a partir del Yo y representa la conciencia del individuo. Es la parte de la mente que impone la moralidad y los valores éticos, y se basa en las enseñanzas de los padres y la sociedad en la que vive el individuo.
En la segunda tópica del psicoanálisis, Freud también habló de la importancia de la represión y la resistencia en la formación de la personalidad. La represión es el mecanismo por el cual los impulsos y recuerdos dolorosos son empujados hacia el inconsciente, mientras que la resistencia es la lucha interna del individuo para mantener esos recuerdos y emociones reprimidos.
En resumen, la segunda tópica del psicoanálisis describe una estructura psíquica más compleja que la primera tópica, y muestra cómo el Ello, el Yo y el Superyó interactúan para formar la personalidad del individuo. También se destacan la importancia de la represión y la resistencia en la formación de la personalidad.